lunes, 5 de noviembre de 2018

Segunda tarea

La adivinanza del día

De rojo me cubro
sin ser amapola,
mi abuela y el lobo
completan la historia.

Los huertos que acabaron con el absentismo escolar en el Bronx

Hace ocho años, Stephen Ritz, un profesor de un colegio público del neoyorquino Bronx, 34 años de docencia a sus espaldas, pidió material escolar para dar clase de ciencias. Cualquier cosa hubiera ayudado: microscopios, libros, probetas. Pero lo único que recibió fue una caja con algo que, de un primer vistazo, le parecieron cebollas, y la abandonó tras un radiador del aula. Poco después, un alumno que se estaba peleando con otro metió la mano en el escondite para coger algo que Ritz temió peligroso. Lo que sacó fue un puñado de flores. Eran narcisos, el contenido real de la caja, que habían germinado con el calor y que aplacaron el conflicto. Los alumnos se abalanzaron sobre ellas y se pasaron el día jugando.
"Entendí que las plantas tenían un poder con el que era posible hacer algo mayor" explica Ritz.. Desde ese momento, este profesor consagró su trabajo a cambiar la educación y los hábitos alimenticios de los alumnos del Bronx mediante la Green Bronx Machine, una organización que promueve el cultivo de vegetales dentro de las escuelas como si fuera una asignatura más y como solución para surtir el menú escolar. Al grito de No pares, sigue sigue, su arrollador engranaje verde ha inspirado a centros de todo el país en la siembra de espacios vegetales interiores. Su visión, recogida en The power of a plant, libro en el que narra la transformación de su colegio, ha recorrido el mundo y ha llegado hasta el Vaticano y la Casa Blanca, de la que se llevó a Bill Yosses, exjefe de repostería en la era Obama y adalid de la campaña Let’s Move, que ahora trabaja mano a mano con él.


Stephen Ritz y varios de sus alumnos en el aula huerto.

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